Del otro lado del espejo

Y cuando rocé la tercera dimensión del reflejo, comprendí que era yo quien respondía; quien presionaba los dedos contra mi espalda; el que reverberaba en un manojo de nervios vítreos, tanteando la coordinación de ambos brazos.

Sinceramente, lo más difícil no fue escuchar mis propias palabras.

1 notas:

Anónimo dijo...

agimroh anu