Texto hueco

Me puse a escribir concretamente sobre la nada. A titular por gusto. A divagar. Por la vieja costumbre de comenzar en blanco y terminar con cuarenta letras medio organizadas.

Se puede tipografiar en falso. En cualquier idioma. Como cuando se lee rozando la página a la velocidad de un dedo, perdiendo la vista entre sílabas.

¿Me entiendes?
¿Me callo?

Se puede dejar de leer a la par de que escribo. Ya no escribo. Ni leo.

Ahora escaneo. Para no perder la vieja costumbre de armar y desarmar palabras.

Eólica

Pudieras danzar por los aires sin hacerle resistencia al viento.

Manual de Telefonía. 56va edición. 2058 D.C.

  1. Un teléfono no debe lastimar a un humano, o a través de interacción, permitir que un humano se lastime.
  2. Un teléfono debe obedecer las órdenes de un humano a menos que éstas contradigan la primera ley.
  3. Un teléfono debe proteger su propia existencia en tanto ésta no entre en conflicto con la primera y segunda ley.

Pensamos

Soy una máquina de darle vueltas a la cabeza. Y no soy capaz de saludar, ni de decirle adiós a los pensamientos de quienes cruzan el parque de la iglesia.

Al costado de la Calzada destruida, dando pasos. Hablando contigo mismo. Sudando ideas. Como si el calor fuese a derretirlas antes que a tu cuerpo.

Te evaporas y sólo quedan tus memorias. Los recuerdos que hiciste públicos.

El resto se marcha contigo al espacio.

- Yo soy la última persona.

Llega la guagua y suelto el peso.

Mi ni-cuento de hadas

Había una vez un lugar, donde las historias se escribían en pequeños fragmentos. Para que los sucesos fuesen más importantes que el orden en que sucedieron.

Y si tenía lugar una nueva aventura, no quedase al final como en los libros de cuentos.

Topogramas

O tu mente traza cada uno de tus pasos
en ambas direcciones,
o terminas delineando huellas imprevistas
sobre papel
.

Lo que has recorrido.
Más cuánto queda por recorrer.

Him

De hecho, creo que no he nacido para nada, no entiendo qué debo hacer ni qué hago aquí, sea cual fuese la índole o menester, ningún deseo o interés viene nunca en mi ayuda; me levanto porque es la hora, y los fines de semana duermo y duermo porque no sé qué otra cosa hacer: sólo me pongo boca arriba si me canso de estar de costado, o me levanto a orinar si tengo muchas ganas, y luego me siento en el borde de la cama; y como no tengo ganas de nada más y sentado no estoy tan cómodo como acostado, pues me acuesto otra vez. Eso es así. Hasta cuando estoy tomándome un café con mis compañeros del trabajo, lo estoy haciendo porque todos lo hacen, para estar con ellos. Nunca me tomo un café, simulo que me tomo un café. Simulo que hablo con ellos. Hasta creo que simulo que vivo, en ocasiones o a veces, no sé.

Por cierto, los mataremos a todos. La era de ustedes ha pasado.